Mi encuentro con la radio

Mis primeros coqueteos con la radio se remontan a mediados de los años 80’s en donde la radio solía ganarse un lugar preponderante en ocasiones que lo ameritaba (según el criterio de mis padres), casi siempre un corte en el suministro eléctrico era motivo insoslayable para el encendido de la radio, que en el mejor de los casos harían una breve mención al problema en el suministro eléctrico. Aún hoy mantengo la conducta como un acto reflejo.
Aquella era una imagen familiar envuelta en una mística radial, todos alrededor de la meza en penumbra tras la zigzagueante iluminación de una vela, siempre con los oídos atentos a la voz de una locutora que cada treinta minutos nos dejaba profundamente decepcionados, posteriormente el indicativo de la emisora con el sonido áspero propio de la querida amplitud modulada.

A principios de los años 90’s ya habitando otro sector menos populoso de la ciudad de Rosario volví a tomar contacto con la radio gracias a la herencia de mi abuelo, ahora contaba con la posibilidad de escuchar emisoras de “Onda Corta” (SW) en una radio “Tonomac” de 6 bandas, lo cual resulto una experiencia muy cautivante. Mas tarde por “inconvenientes idiomáticos” retorné a la escucha de la AM comercial, además, por aquel entonces desconocía el paradero de muchos países (por más Japonés o Ruso que estos hablaran).

Paralelamente descargaba energía en el armado de un sistema de comunicación (mediante cables) entre mi casa y la de un amigo distante unos sesenta metros, para lo cual habíamos utilizado dos equipos de música con entradas de micrófono, en donde los altavoces hacían las veces de micrófonos y parlantes, a veces de forma simultánea ya que (literalmente) hablábamos y escuchábamos por un único altavoz/micrófono, algo poco usual.

Los primeros años de la década del 90 hicieron que llegaran al país y a mis manos (gracias a la bondad de un amigo), un par de “Walkie-Talkies” con el que la diversión parecía no tener fin. Para estos años sobrevolaba mi primer década sobre la tierra y cargaba una basta experiencia en el desarme de cuanto aparato electrónico tenía en mis manos, por lo que no fue difícil experimentar con los mencionados “Walkie-Talkies”, los que pasaron a mejor vida en muy poco tiempo, mi amigo (afortunadamente) no se molesto demasiado.

No obstante, antes de su “defunción” tuve tiempo de experimentar con antenas improvisadas para intentar mejorar su alcance, siempre con resultados poco alentadores ya que el entusiasmo atropellaba toda lógica.

Hacia el año 1995 ya en mi adolescencia permanecía casi siempre junto a mí una radio, sea cual fuere. Ahora la madrugada y la radio eran el cóctel perfecto que generaban el impulso de mis días en donde la imaginación volaba bien alto.

A fines de los años 90’s mi mayoría de edad vino de la mano de mi primera computadora, la cual me sirvió de instrumento fundamental para el registro de material sonoro en formato digital, anteriormente todo se limitaba a un lado A y otro B, ahora contaba con un C.
Siempre fui un convencido que los registros sonoros y gráficos no solo dan cuenta del pasado sino que además lo reviven, y eso me impulsaba a realizar grabaciones de cuanto programa, Jingle o publicidad se cruzaba por mis oídos.

Ya por el año 2009, mas precisamente Abril de aquel año, movilizado por la curiosidad y el uso de la lógica pude mediante información obtenida en diferentes sitios de internet escuchar la “Torre de Control” del aeropuerto local, y fue nada menos que mediante una pequeña radio común y silvestre un tanto modificada. El día treinta de ese mismo mes, el amigo y radioaficionado Facundo Fernández (Lic: LU6FPJ) a quien conociera en 2007 gracias a mi otra pasión (la fotografía), realizaba de forma experimental el vuelo de una radiobaliza montada sobre una cometa en conjunto con “Guillermo Percoco” quién años mas tarde obtendría su licencia como radioaficionado (LU5FGA). Aquella noche pude escuchar por primera vez la radiobaliza de Facundo con mi radio modifica, y como no podía ser menos tengo un registro, aquella escucha hizo que se encendiera otra mirada sobre la radio, sobre esa porción jamás explorada por mí hasta ese momento.

De aquí en más, mi contacto con la radioafición es fruto fundamental de la amistad con Facundo Fernández, quien desinteresadamente me ha provisto del equipamiento y fundamentalmente el conocimiento sobre esta porción del espectro radial, la banda de dos metros, en donde la historia continúa escribiéndose...